Pareciera, que si comemos exactamente lo que debemos, si comemos una alimentación rica en vegetales verdes, en grasas saludables, rica en proteína como el pescado, y carbohidratos provenientes de la tierra, entonces nuestro cuerpo tendrá todos los nutrientes necesarios para encontrar un “equilibrio”.
Pero, NO ES ASÍ.
Los monocultivos han acabado con muchos de los substratos del suelo, los vegetales están llenos de pesticidas y fungicidas que terminamos tragándonos, las carnes antes de ser llevadas al matadero ya tienen miles de hormonas y antibióticos, además de todos los aditivos como conservantes que vienen luego y que sólo intoxican a nuestro cuerpo;
Mi llamado, que ha sido una búsqueda personal también, es a dos cosas:
1.Tomar conciencia de que nos metemos a nuestras bocas, que le damos a nuestro cuerpo. Cómo indagar un poco más para saber que tiene eso que estoy comprando en un supermercado. En pocas palabras, que tan natural es eso que me voy a comer y que pienso que me va a nutrir. Lee los ingredientes más que las tablas nutricionales. Lee y comprende que si no entiendes una o varias palabras de esa lista, entonces posiblemente sea un alimento procesado, no necesario para tu cuerpo y si posiblemente una fuente de inflamación.
2.No deberíamos pensar únicamente en nosotros mismos y nuestra salud individual, creo que la invitación acá es que al pensar en colectivo, piensas en ti y en tu familia; cuidar los árboles, sembrar algún vegetal como práctica de autosuficiencia, dejar de usar algún plástico, y tal vez ser ejemplo para otros, pueda generar un mini o un gran impacto y por ende una mejor salud a largo plazo. Como alguna vez leí por ahí, hoy en día comer, es un acto político, que marca, que trasciende. Comer ojalá sea para gozar y disfrutar, pero también, para compartir por mucho más tiempo, para conservar nuestros bosques y nuestros mares y los nutrientes que existen en ellos y por ende, que necesitamos nosotros como fuente de vida.
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